¿Matar o no matar una cucaracha?
por Ofelia Latro
domingo, 7 de febrero de 2021
La cucaracha y yo somos infernalmente libres porque nuestra materia viva es mayor que nosotras.
Clarice Lispector
En la segunda nota al pie de página de Historia de la Eternidad, Borges menciona al improbable Robinson metafísico de la novela de Abubeker Abentofail, ese náufrago que no come nada de la isla, para que así el universo no se desequilibre. Tal caso nos lleva a cuestionar cómo nos relacionamos con lo otro o, mejor dicho, de qué manera es posible la permanencia de un yo y al mismo tiempo de un otro. ¿Hay moral que resulte en ese equilibrio buscado por el náufrago? Para divagar dentro de esta pregunta, me gustaría elegir un caso cotidiano. El de matar o no a una cucaracha. Partiendo del impulso de mi más reciente lectura La pasión según G.H. de Clarice Lispector y una conversación vía WhatsApp, sobre el tema, con una amiga. Comencemos.
Las cucarachas: insectos de la familia Blattidae que, sin importar el pasar de los siglos y las glaciaciones, continúan aquí. Se les escucha escurrirse apresuradamente detrás de los muebles, en los rincones más oscuros e inalcanzables para nosotros y que, por tanto, se vuelve el hogar de cientos de ellas. Si prendemos una luz, fuera del horario habitual, es probable que nos encontremos a alguna con “las patas en la masa”.
Por lo que no es descabellado preguntarse: ¿quién es el dueño de la casa?, ¿ellas o nosotros? Mi madre lo hace cada cuatro meses y llega a la conclusión de que se necesita de una buena fumigación. Y con ello surge la pregunta: ¿por qué matamos cucarachas? Mi amiga ríe y me dice que su delito es ser ellas mismas. ¡Son feas! ¡Terriblemente feas! Y así, se establece: las cucarachas deben morir porque la moral se fija y parte de la estética, de ese como con el que damos orden al mundo. Visto así. La chancla de mi madre suena en el baño. Pazzzz… Una cucaracha menos. ¡Esta era vieja! De las voladoras. Exclama.
(Silencio)
El espejo, 2017 de Pilar Bedoya Gómez
Iniciemos de nuevo. ¿Qué pasaría si el mundo pierde ese orden que le dimos? ¿Y si los adjetivos se vacían y ya no quedan palabras con las cuales referir a las cucarachas? Ante este nuevo escenario: ¿matar o no a la cucaracha? En La pasión según G.H., la protagonista nos dice: "Pues fue con temeridad como miré entonces a la cucaracha. Y vi: era un animal sin belleza para las demás especies." (Lispector, Clarice, La pasión según G.H, p.81) Pero ¿esa aseveración no es únicamente su idea de la cucaracha? La cucaracha que está frente a ella: ¿cuál de todas las cucarachas es? G.H. se da cuenta, entonces, que esa sin belleza de la cucaracha es invención humana. Nos dice: "Siento que he inventado todo, ¡nada de esto existió! Pero, si he inventado lo que aconteció ayer, ¿quién me garantiza que no he inventado toda mi vida anterior a ayer." (Ibíd, p.83)
El orden antiguo se destruye. El mundo se desborda y se convierte en tantas cosas que lo humano no alcanza para explicarlo.El mundo es una luz siempre actual que nos ciega: imposible de ordenar. Sobre ello, G.H. nos dice: "En el mundo no existe ningún plano estético, ni siquiera el plano estético de la bondad, y eso antes me había sorprendido. La cosa es mucho más que esto. (…). Dios es lo que existe, y todos los opuestos están dentro de Dios, y por eso no Le contradicen." (Ibíd, pp.135-136) Siendo así, ¿qué con la cucaracha?, ¿qué moral puede guiarnos en nuestro encuentro con ella? Si el mundo es otra cosa. Si el mundo es más que humano, ¿no nos queda únicamente desistir? Desistir porque excede nuestros parámetros. Desistir para dejar de actuar como se debería y así, relacionarnos con este mundo que es más. "Ahora sé que he de tener una valentía mayor: la de tener otra moral, tan despojada que yo misma no la entienda y me asuste", se lee en la página 132 de La pasión según G.H.
Por lo que la pregunta vuelve: ¿matar o no matar una cucaracha? Al no haber parámetros con los cuales guiar nuestra conducta es imposible saberlo hasta que el encuentro ocurre. No con las cucarachas; sino, con esa en específico. Sin la antigua moral, la cucaracha deja de habitar la idea y nuestro encuentro es con una: con la cucaracha. La moral del náufrago de la isla fracasa porque es ciertamente humana y el mundo es otra cosa y más. "Soy tanto mayor que aquello que yo llama “yo” que sólo poseyendo la vida del mundo me poseería a mí misma." (Ibíd, p.106) leemos decir a G.H. Entonces, ante tal incertidumbre, ante el mundo y su luz cegadora: ¿matar o no una cucaracha? Eso únicamente lo sabremos al estar ante ella en nuestro siguiente encuentro.
Bibliografía:
Borges, José Luis, Historia de la eternidad, Editorial DEBOLSILLO, 2013.
Lispector, Clarice, La pasión según G.H., Traducción de Alberto Villalba, Siruela, 4ta ed., 2019.