Marciano
por Santiago Gómez Sánchez
sábado, 31 de octubre de 2020
odio mi cuerpo, mi cuerpo es un avioncito en la calle mal dibujado,
es una ventana que se abre y se cierra,
pero se cierra cuando quiero ver a través de ella,
y se abre cuando no tengo ganas ni de verme al espejo,
ni de acariciar el vidrio, pensar que es líquido moviéndose lentísimo.
no quiero saberme yo cada vez que me despierto en la mañana;
tengo dos ventanas en la cara y una cloaca,
de donde brotan lágrimas, de donde brota baba, dientes con caries en forma de palabras.
no tengo ganas de conocerme,
¿explorarme? para explorar está el espacio exterior,
xantor veinte que es un planeta cubierto de flores que son colores que se desvanecen al nombrar,
velbox ocho que es un satélite que se crea y se destruye cada cuarenta y ocho horas.
pero con esta economía, bajo este orden mundial,
probablemente nadie más que el pendejo de elon musk llegue a visitar otro planeta,
ver la tierra desde afuera, lamer el sol.
pero como me gustaría estar en una nave espacial viendo a través de una ventanilla un obscuro vacío,
ir al restaurante al final de la galaxia y pedir camarones empanizados,
(que en realidad nunca me han gustado tanto, pero fue lo primero que se me ocurrió y el menú está medio largo)
suicidarme, explotar supernova; así es como se coloniza, regando nuestros órganos por todos lados,
así es como se expande la humanidad a través de la galaxia, con los ojos cerrados.
y es que me da tanto miedo voltearme a ver,
por eso prefiero jugar a que las sombras que se deslizan sobre la cortina de mi vecina
son seres de otra galaxia sintiendo la alfombra que roza por primera vez su piel,
para así no pensar en mis piernas, en mis dedos,
que sé que podría romper si me esforzara lo suficiente.
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