Lenguajes del cuerpo
por Andrea Reed-Leal
sábado, 14 de noviembre de 2020
1.–Domesticación del cuerpo
El cuerpo es materia biológica compuesta de carne, sangre y huesos; también es espacio sociolingüístico, donde se descifran las normas sociales del buen comportamiento. Bajo un ideal “civilizatorio”, el cuerpo ha sido sujeto a políticas de adoctrinamiento. La Modernidad se define, precisamente, por la mayor regulación del comportamiento de los individuos dentro de cada constelación social. Su control es invisible y da la impresión de que “siempre ha sido así” o “naturalmente lo es”. Nos han enseñado a mover y mostrar el cuerpo de ciertas formas: debemos cubrir el cuerpo, comer y hablar de una manera adecuada, limitar la desnudez; en la vida cotidiana el cuerpo sigue reglas delineadas.
El género, entre otros atributos sociales, es un ideal construido con valores culturales reiterados a través del tiempo. De esta forma, se ha definido la noción de “mujer” con ciertas características materiales (voluptuosidad, sensualidad, maternidad, etc.). El cuerpo de las mujeres ha sido sujeto a una noción de reproductibilidad —a su situación de “origen” que remite a la figura mítica del recipiente—. Estas nociones han impuesto ideales sobre cómo debe verse, moverse, entenderse el cuerpo femenino. ¿Es posible desfigurar este imaginario, desasociar el cuerpo de su normatividad histórica? El cuerpo se resiste a estas regulaciones.
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En 1971 la artista austriaca Valie Export realizó una serie de videoperformances. En la imagen podemos ver Facing a family, un video de 5 minutos con el que hace una crítica al adoctrinamiento del cuerpo frente al televisor. La posición de los cuerpos indica que la familia está viendo la televisión mientras cena. La artista buscaba cuestionar los códigos corporales implantados en el individuo en la era del consumo.
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2.–“A imagen y semejanza”​
En la cultura occidental, la definición de cuerpo está íntimamente relacionada al mito de la creación del Génesis. Dios creó al hombre a imagen suya, por lo tanto, nuestros cuerpos son perfectos, completos y sagrados. Dios dio a los hombres el don excepcional del razonamiento y, por lo tanto, lo coloca como "un ser singular en el universo". El don se hace mayor por algo invisible, que hace la vida trascendental: el alma en cada persona hace al ser humano único y bendito. Durante todo el medievo y gran parte de la modernidad no se permitía por ello la “corrupción” del cuerpo, es decir, cortarlo, abrirlo o mostrarlo. Esta idea se refuerza con el mito del pecado original, el cual se revela en el cuerpo. Al probar lo prohibido, de pronto Adán y Eva notan sus cuerpos sexuales. Aunque antes habían estado ya desnudos, no es hasta la corrupción del conocimiento que se “muestra” una desnudez con todos sus signos sexuales que antes no veían y de la que no sentían vergüenza. La humanidad es desterrada del paraíso con culpa y vergüenza de sí.
Recuerdo que cuando visité los baños termales de Húsavik en Islandia, me sorprendió la facilidad con que las mujeres de todas las edades se desnudaban en los vestidores, no sentían vergüenza. Fue distinta la experiencia a un baño compartido en México, donde noto que las mujeres hacen malabares con toallas y prendas para no mostrarse desnudas.
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Fresco del artista renacentista Masaccio en la Iglesia de Santa María del Carmine de Florencia. Adán y Eva son expulsados del paraíso y descubren de pronto su desnudez, la cual intentan cubrir. Los rostros muestran su vergüenza, sufrimiento y culpa.
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3.–Nadar
Me lanzo. El agua helada recorre mi cuerpo de las manos a las puntas de los pies. Al principio me falta el aire. Mi cuerpo me pide el agua, la sensación de frío y el movimiento asimétrico de brazos, torso y piernas. Los ojos me piden los colores azul y verde, los peces y la arena en el fondo. Mi respiración me lo pide: inhalar por la boca, expirar por la nariz. Cuando viví en Montreal en 2019, sentía una necesidad de nadar en pleno invierno. Caminaba por la acera cubierta de nieve y envuelta en una chamarra para temperaturas de menos veinte grados. Pensaríamos que lo último que se desea en invierno es descubrirte de las chamarras y exponerte al frío que todo lo inunda. Lo que sentía precisamente era la necesidad de desnudez, sentir el frío y escuchar el ritmo vivo de mi propio cuerpo.
Respiro distinto aquí en el río. Las brazadas toman ritmo, pataleo con esfuerzo. Me pasan los nadadores más veloces y dejo atrás a los más lentos. Nado contracorriente, me empuja el agua con fuerza, esta masa gigantesca en la que floto diferente. La alberca es como un recinto para un animal. La alberca con sus carriles y el cloro es un espacio regulado. El cuerpo se conecta con algo más allá cuando nada en ríos, lagos y mares.
En la bahía de San Agustinillo, Oaxaca, nadé horas. Siempre tengo un poco de miedo. Pienso mucho. Cuando estoy en el mar pienso en los tiburones o me imagino que el agua de pronto me jala, revuelca y azota. Desaparezco de la faz de la tierra y nunca nadie me vuelve a ver. Respiro y me repito “no pasa nada, suéltate”. Para nadar debemos primero saltar. Me dejo arrullar por el movimiento del agua. Me pongo mis googles y busco tiburones debajo de las olas. No hay nada. Solo veo los pies gruesos de Luis o las piernas largas de Dany que brincan con cada oleaje. Es delicioso estar en el mar bajo el sol. En el agua muevo mi cuerpo de una forma muy distinta.
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La artista cubanoamericana Ana Mendieta reflexionaba sobre la relación entre la naturaleza y el cuerpo. Creía que el cuerpo podía inscribirse en el paisaje y fusionarse con la naturaleza. Imagen del cortometraje Nature inside.
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4.–Fragilidad
El cuerpo es materia orgánica. Esta condición nos hace frágiles y vulnerables. Entre la vida y la muerte yace una delicada frontera que puede verse transgredida por una herramienta filosa, una enfermedad o un accidente. Esta circunstancia la comparten todos los seres vivos y pone a los seres humanos a la par de todas las criaturas de la tierra. Es fácil cortar la carne, abrir, romper o atravesar el cuerpo. Además, el cuerpo se descompone, acoge virus y enfermedades.
Cada día que pasa es un día menos de vida.
La posibilidad de muerte se expresa continuamente en la vida cotidiana de cada persona. Se sabe —consciente o intuitivamente— que el “otro” tiene un cuerpo igual de vulnerable al nuestro. Nos relacionamos unos a otros así conociendo, desde un espacio íntimo y silencioso, que la vulnerabilidad de ambos está sujeta a la acción del otro, es decir, al accidente mortal que podría provocar esa otra persona.
El cuerpo está expuesto de forma vulnerable siempre hacia el mundo. Judith Butler dice que, dado que nos reconocemos cuerpos frágiles, la violencia voluntaria es la forma más cruel de transgredir la vida. El significado aquí de la muerte por asesinato (causada expresamente) es mucho más profundo para la comunidad política de la que somos parte. Esta muerte siempre está en relación al otro, a la provocación del otro, pues en la violencia voluntaria la persona violentó no sólo la vida de uno, sino la de cada miembro del cuerpo social (en el que está incluida). La muerte es la pérdida de uno mismo a cierto grado, ya que al desarrollarnos en lo público nos moldeamos con el otro, somos parte del otro.
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El artista francés Eugène Delacroix representó la violencia que se vivió en las calles de París durante la revolución de julio de 1830 y lo tituló “la libertad guiando al pueblo”.
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​5.– Espejo del otro
El cuerpo es el vínculo con el mundo exterior: la carne está expuesta a la mirada del otro, solo a través del otro —fuera de mí— puedo percibir el tacto, mirar, olfatear. El cuerpo se forma también con el otro que reacciona ante mí. El consenso social determina en muchos sentidos mi cuerpo: a qué género pertenezco y, según este paradigma, cómo debo tratar, mover, sentir mi propio cuerpo. Nos dicen desde pequeñas que hay ciertas partes de nosotros que no debemos mostrar: las rodillas, los muslos, el pecho o el sexo. Debemos mantener ciertas áreas completamente depiladas: las piernas, las axilas, las ingles, el bigote y las patillas. Si naciste con algún “problema” hormonal y te sale más vello de lo usual, debes someterte a tratamientos dolorosos para eliminarlo. Imitamos todo el tiempo a los otros corporalmente para estar en el mundo, es un sometimiento voluntario. Estas reglas corporales silenciosas causan enfermedades colectivas: dolores musculares crónicos, caderas dislocadas, rodillas desgastadas, encorvaduras.
Los estigmas sociales moldean nuestros cuerpos y nos indican cómo movernos. Desde la posición estéril de sentado en un salón de clases —o en cualquier lugar público— a las formas sexuales con las que nos aproximamos a otro cuerpo, estamos sumergidos en normas que nos regulan (y limitan).
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La coreógrafa y bailarina estadounidense Yvonne Rainer creó en 1966 trío A, una secuencia de movimientos que nunca se repiten. El baile fue un trabajo minucioso para aprender la articulación precisa pero dispar entre manos, brazos, hombros, pies y piernas. En los sesenta se abandona la estética clásica de la danza y se aboga por un movimiento continuo y libre.
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6.– Lenguaje indecible
Los griegos definieron al hombre como un “animal provisto de la palabra”, pues la herramienta tan innovadora y sin precedentes le permitía traducir todo lo que tuviera sentido a la lengua. Pero hay que admitir que una posibilidad previa: El cuerpo tiene su propia percepción y gestos que son un lenguaje propio, anterior a la palabra.
A diferencia de los pensamientos, que pueden decirse, escribirse, compartirse, no podemos hacer lo mismo con lo que siente o expresa nuestro cuerpo. Lo que sienten la piel al tacto, la nariz con los aromas, el gusto con los alimentos, el cuerpo en la enfermedad y las molestias físicas, son completamente íntimos e imposibles de decir. El lenguaje resulta insuficiente para expresar emociones como el dolor, el deseo, la compasión, el aburrimiento o la envidia, lo que provoca toda suerte de frustraciones. Nombrar el sufrimiento es, sin duda, un medio para externalizarlo allá en el mundo; pero realmente cada experiencia sensorial es individual; la frontera es la palabra, la sensación es indecible. John Berger decía que los dibujos (la forma) cuentan mejor las historias que las palabras. La comunicación es posible con gestos, diagramas dibujados o con actos. Un recuerdo sobre alguien forma parte de nuestro cuerpo, es una huella corporal. El amor pasa por nuestros dedos. El cuerpo es lo que primero entra en contacto con las cosas; experimentamos el mundo con los sentidos de forma repentina.
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En esta serie de manos la artista francesa Louise Bourgoise representó su mano junto a la de su asistente y amigo Jerry. Se titula “Cuando tú vienes a mí” y hace referencia al sentimiento de soledad y después alivio con la presencia de Jerry Gorovoy. Es difícil traducirlo en palabras, pues las imágenes se refieren a un momento emotivo.
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7.
Los cuerpos, como dice Jean-Luc Nancy, no son cuerpos completos o espacios llenos, están abiertos, lo que quiere decir que son espacio sin límites o definiciones (su esencia es ser sin esencia).
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