Cena de Año Nuevo
Hay una mancha que respira en el techo. La habitación está oscura, sólo golpea un rayo de luz por las desvestidas ventanas. Hay dos ollas con agua hirviendo en la estufa y una mesa llena de verduras picadas.
Julia está en el lavadero enjuagando con cuidado a Pulpo que tiene los ojos cerrados. Julia cierra el grifo, lleva a Pulpo temblorosa a la olla. Antes de que entre, Pulpo salta al suelo y tira una olla haciendo que Julia se queme una mano. Ella grita y sale.
Pulpo: Debí haber sido mamá. (Se amalgama en el piso.) Si hubiera sido mamá no tendría que ser parte de esta cena, ni de esta casa o de esta familia. Debí morir entre corales y aceptar que nunca podría descubrir el mundo de arena. Tenía que sacrificarme por los míos, en vez de por ellos, conformarme con el mar y no conocer a las personas. No conocer las rocas, el aire, los árboles, lo seco…
Suena el teléfono. Pulpo se esconde detrás de la estufa.
Julia: Voy, voy. (Entra Julia con una mano envuelta en una gasa a la cocina y coje el teléfono con la mano sana. Busca a Pulpo en el suelo.) ¿Ya vas a llegar? No, aún no está la cena… ¿Cómo que vienes más tarde? ¿Por qué si es Año Nuevo? Tus hijos te están esperando. ¿Vas a salir con tu amiga esa? ¿Pues cómo no me voy a enojar? No, yo no me tardo en hacer el pulpo, lo demás ya casi está. Está bien, nos vemos. Apúrate, por favor. Sí, sí, nos vemos. (Cuelga.) ¿Ahora dónde te metiste? (Sigue el rastro de agua que dejó Pulpo.) Sé que estás ahí atrás. Me prometiste que te ibas a portar bien.
Pulpo: Yo no prometí tal cosa.
Julia: Claro que sí, por eso dejaste que te lavara.
Pulpo: Lo hice porque estaba sucia. Además, no me dijiste que me ibas a matar en la olla.
Julia: No sé otra forma de hacerlo, así viene en la receta de la abuela.
Pulpo: …
Julia: Ya sal. No tengo mucho tiempo para terminar la cena y tú eres el platillo que tarda más.
Julia: Me dijiste que te querías morir.
Pulpo: Era un decir.
Julia: Pues es muy tarde, no me puedes hacer quedar mal. Tienes que cumplir tu promesa y meterte a la olla.
Pulpo: No.
Julia: Mi esposo ya viene y si no está la cena, ¿qué le voy a dar? Siempre en año nuevo se come pulpo en esta casa y hoy no puede ser la excepción.
Pulpo: Ahí hay verduras.
Julia: Ya sal. (Mete la mano a un costado de la estufa, sus movimientos cada vez son más rápidos y tumba la otra olla. Julia la esquiva para no quemarse esta vez.) ¡Ah! ¿No te importa que me lastime, verdad? Al otro idiota tampoco, sólo se le ocurre a él traerme un pulpo vivo. "Tu puedes matarlo mi amor". Maldito imbécil. Y seguro ahora se va a ir con su secretaria. "Amor, voy a tardarme un poco más en la oficina porque me necesitan", cree que soy una estúpida.
Pulpo se asoma un poco desde detrás de la estufa.
Pulpo: Así son los machos. Te embarazan y después se van para que mueras.
Julia: ¿Qué?
Pulpo: Yo una vez también fui un macho, pero después hembra. En la naturaleza se es macho hasta que uno de ustedes pruebe lo contrario. ¿Qué haces?
Julia: Recogiendo el agua.
Pulpo: No está tan caliente.
Julia: ¿Ves? No va a doler.
Pulpo: ¿Por qué insistes en matarme?
Julia: No hay nada más que cocinar, tengo ya lo demás hecho, sólo faltas tú. Míralo así, eres la invitada principal de la cena.
Pulpo: No soy ninguna invitada, me vas a tener muerta. Tú y tu especie son unos sádicos, y mira que conozco las profundidades marinas. No te imaginas lo que pasa allá.
Julia: Nunca me ha gustado el mar.
Pulpo: A mí tampoco.
Julia: Pero vivías ahí.
Pulpo: Ya sé, tengo una idea. Tú puedes mantenerme en esta olla a una temperatura estable, con las comodidades que todo animal marino necesita, traer a otro pulpo y cuando copulemos te doy a mis crías para tu cena y tú me das de comer para que no muera en el parto.
Julia: ¿Me vas a dar a tus crías?
Pulpo: Sí, son tiernitas, muy ricas. A los tiburones les encantan.
Julia: Eso no será posible porque la cena es hoy.
Pulpo: ¿Y cuándo es eso?
Julia: ¡Hoy, ahora, en unas cuantas horas!
Pulpo: Pues cancela la cena, eso no se va a poder.
Julia: ¡Ya sal de ahí! ¡Maldito…! (Recoge las ollas, las llena de agua, las pone en la estufa y sale.)
Pulpo sale tentáculo a tentáculo, muy cautelosa. Se oye un tintineo y aparece Nala, la perra, que atrapa en un mordisco a Pulpo. La mancha del techo se agranda.
Nala: ¿Por qué no suena? ¿Por qué no suena? ¿Por qué no suena? (La escupe.) Sabe horrible, sabe horrible, sabe horrible.
Pulpo: Eso deberías de decirle a la otra peluda.
Nala: Hablas. Hablas. Hablas. Podemos ser amigos. (La lame.) Podemos ser amigos. (La lame.) Podemos ser amigos. (La lame.)
Pulpo: Deja de repetir todo.
Nala: Lo siento, estoy emocionada. Estoy emocionada. Estoy emocio… ¿Quieres ser mi amigo?
Pulpo: ¿Y tú qué eres?
Nala: No sé. A veces soy un sillón para los pies, otras soy una corredora, otras soy desobediente y en otras sólo Nalano.
Pulpo: ¿Si somos amigas puedes llevarme al mar?
Nala: Oh, claro, pero primero debemos jugar.
Pulpo: Nalano, ¿no mides tu tamaño? Mírame, jugar contigo podría terminar con mi vida.
Nala: …
Pulpo: Si me llevas al mar puedo darte un buen festín, ¿qué te parece un pescado?
Nala: Un pescado. Un pescado. Un pescado.
Pulpo: Eso mismo. ¿Tenemos un trato?
Nala: Claro. Claro. Claro.
La oscura mancha se encoge casi hasta el punto en que es imperceptible.
Pulpo: ¡Pues vamos!
Nala: Pero va a tener que ser después de la cena.
Pulpo: No, la cena es el pescado.
Nala: Pero ya casi es hora de la comida y tengo hambre.
Pulpo: No podemos esperar más tiempo, si viene la peluda vamos a morir.
Nala: ¿Por qué?
Pulpo: Porque nos van a comer mi querida Nalano.
Nala: ¿Comernos? ¿A nosotras? No. Pero ellos me rascan la pancita cuando me acuesto, me acarician justo detrás detrás de la oreja y me abrazan por las noches.
Pulpo: ¿Duermes junto a la peluda?
Nala: No, con mi manada. La otra no me quiere, me regaña mucho, nunca he sabido por qué.
Pulpo: ¿Has pasado muchas cenas aquí?
Nala: Un par, sí, por eso no puedo creer que vayan a comerme.
Pulpo: Creo que no van a comerte Nalano, sólo a mí.
Nala: No sé… si sabes tan mal. Tampoco creo que te quedes, no eres muy bonita.
Pulpo: ¿Qué es eso?
Nala: Pues tener los ojos y bigotes grandes. La nariz también es importante, la lengua… No tienes nada de eso. A mi manada no vas a gustarle. (Bosteza y se acuesta en el suelo.)
Pulpo: Nalano, tengo que irme, no me quiero morir.
Nala: Sí, sólo un momento.
Pulpo: Nalano, ya es hora de escapar. ¿No quieres tu pescado?
Nala: Ajá. No te preocupes, se van a encariñar contigo, a mí tampoco me querían cuando llegué. Aunque no eres un perro, así que probablemente tome millones de años, como a mis ancestros.
Pulpo se mueve hacia una ventana e intenta abrirla, pero no puede, va hacia la puerta y luego se aleja de ella. Se sube a la mesa e intenta mimetizarse con ella. Entran los hijos de Julia.
Niño 1: Mamá, tenemos hambre.
Niño 2: Aquí estás, Nala. Ve a tu cama. (Nala sale de la cocina.)
Niño 1: ¿Qué es eso?
Niño 2: Qué asco.
Niño 1: Ugh, esta gelatina está echada a perder. (Coge a Pulpo y lo tira en el bote de basura. Salen.)
Pulpo se asoma desde el bote y sale cautelosamente de él. Regresa a su lugar detrás de la estufa. Julia vuelve con una escoba y los ojos rojos de haber llorado. Enciende la estufa a su máxima potencia. Empieza a golpear a Pulpo con la escoba o eso piensa ella porque Pulpo se escabulle debajo.
Pulpo: Se ve que tienes experiencia matando animales.
Julia: No.
Pulpo: ¿También te vas a comer a Nalano?
Julia: Nala es nuestra mascota. Su padre se las trajo, pero obviamente yo tengo que cuidarla.
Pulpo: ¿Y por qué no me cuidas a mí? Al menos hasta que te dé a mis crías.
Julia: No puedo creer que seas una madre tan desatendida. Tal vez por eso no debería de sentirme culpable por querer matarte.
Pulpo: No lo haces. Al menos no lo suficiente para no hacerlo.
Julia: Lo hago porque yo no andaría regalando a mis hijos por vivir. Eres una salvaje.
Pulpo: ¿Por qué no? Son muy feos.
Julia: Por si no lo sabes una madre tiene que cuidar de ellos, amarlos y alimentarlos. Aunque eso signifique lastimarse a una en el proceso.
Pulpo: Aunque tengas que matarme.
Julia: Por eso tengo que matarte. Además, estamos acostumbrados a cenar pulpo esta noche y eso no va a cambiar porque resultaste ser una terca.
Pulpo: Ya me aburriste. Inténtame sacar porque yo no voy a salir de aquí.
Julia se asoma por los lados y después acuesta su mejilla sobre el suelo y ve a Pulpo. La mancha del techo deja de respirar. Sin más preámbulos la coge y empieza a gritar.
Pulpo: ¡Auxilio! ¡Auxilio! Nalano.
Julia sonriente mete a Pulpo en la olla con la mano lastimada, quemándose en el proceso. Pulpo grita. Ve a Julia a los ojos antes de volver a ser hundida en el agua hirviendo y morir. La mancha negra del techo cae y se expande en una luz casi cegadora. Julia respira como quien acaba de terminar un maratón y empieza a llorar. Grita.
Julia está a la mesa maquillada, lleva un vestido elegante, frente a ella hay un par de guarniciones; el platillo estelar es Pulpo quien esta cocinado en su mancha. La televisión está encendida, la mano de Julia vendada.
Conductora 1: En esta época de fiestas se reportan muchos más accidentes caseros, ¿puedes creerlo Pedro?
Conductor 2: Ay, doñita, no se estrese, de todos modos, no le va a gustar a su suegra. (Risas.)
Julia apaga la televisión y sus hijos bajan con Nala.
Niño 1: Me muero de hambre.
Julia: Pues van a tener que esperar hasta que llegue su padre.
Niño 2: No va a venir. Llamó hace poco.
Julia: (Silencio.) Pues siéntense, vamos a comer pulpo.
Niño 2: Ugh, ¿la gelatina echada a perder? Paso.
Niño 1: Yo igual. (Los niños se sirven un plato entero de spaghetti con jamón.)
Nala se acerca a Julia chillando.
Julia: Ten Nala, a mí nunca me ha gustado el pulpo.
Nala al recibir a Pulpo en el piso lo ve aterrada, aúlla y corre fuera de la casa.
viernes, 16 de julio de 2021