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Breve historia de las bibliotecas del mundo

por Regina Checa

jueves, 24 de marzo de 2021

Siempre imaginé que el paraíso sería algún tipo de biblioteca.

Jorge Luis Borges

 

Las bibliotecas son la expresión máxima de una colección obsesiva de conocimientos. Hoy en día, tenemos la imagen de las bibliotecas del siglo XIX en nuestras mentes, con grandes libreros de pesada madera, una chimenea, sillones de terciopelo y los bustos de mármol de compositores, escritores y científicos que llevan años muertos. O, tal vez, cuando te dicen “biblioteca”, piensas en la biblioteca de tu escuela, con libros que no se han tocado en años y libros con los lomos vencidos por haberles sacado fotocopias, una sala de computadoras, un sillón donde te puedes echar una siesta y esa sensación de haber olvidado tu credencial cuando ya apartaste los textos que quieres sacar. Nunca nos imaginamos que, en un principio, estos acervos de conocimientos se encontraban en el interior de los palacios y que sus textos estaban escritos en piedra.
 

Aunque el archivo de Hattusa, que se descubrió en lo que hoy es Bogazköy, Turquía, es más antiguo y con un registro mucho mayor de tabletas en su acervo (treinta mil, por lo que se calcula de los restos encontrados, entre ellos el primer registro de un tratado de paz entre hititas y egipcios), la primera biblioteca oficial de la antigüedad se encontraba en el palacio real de Nínive. En esta ciudad asiria, en el actual Irak, contenía más de veinte mil tabletas grabadas en escritura cuneiforme, entre las cuales se encontraron fragmentos de los poemas que componen la épica de Gilgamesh; esta es considerada el primer texto narrativo conservado de forma escrita en la historia de la humanidad. La biblioteca de Nínive, llamada la Biblioteca Real de Asurbanipal (por el rey que la mandara construir) data del siglo VIII a.C. aproximadamente; esto nos da una idea de la civilización que desarrolló las primeras formas de escritura y el tipo de textos a los que les daban importancia.

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Biblioteca Stuttgart, Fotografía de Ronny Schönebaum

 

Otra de las piezas más importantes en la memoria que se tiene de las bibliotecas es, por supuesto, la Gran Biblioteca de Alejandría, construida por el general Ptolomeo I bajo el mandato de Alejandro Magno. En ella fueron recopilados, entre muchos otros, los textos pertenecientes a la biblioteca personal de Aristóteles; servía de hogar a códex, papiros y tabletas en persa, griego, egipcio y otros idiomas y tratados de filosofía, historia, ciencias y astronomía, ¡recopilando así un acervo de más de cuatrocientos mil textos! Esta biblioteca ardió tres veces; la primera por una equivocación del emperador romano Julio César y que desencadenaría el abandono, saqueo y olvido de la biblioteca y su anexo, el Serapeón, mucho antes de que fueran quemados por cristianos y musulmanes en las siguientes dos ocasiones. Esto, aunado a un maremoto que sumergiría la mitad de la ciudad y erradicaría una de las maravillas del mundo más famosas, el faro de Alejandría, y un terremoto que se daría un par de siglos después, haría que la Gran Biblioteca desapareciera de la faz de la tierra junto con sus eruditos y la mayoría de los textos; lo que se conserva es gracias a las traducciones que los moros hicieran durante las invasiones y conquistas de los siglos VII y VIII d.C.

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Los aztecas tenían algo similar a las bibliotecas de Europa, conocidos como amoxcalli, o casas de libros. Estos lugares estaban destinados al resguardo de los documentos escritos, los códices, ya que Mesoamérica está considerado como el único lugar de la antigüedad que no perteneciera al “Viejo Mundo” en el que se elaboraran textos escritos; los tlacuilos fungían como escribanos e “ilustradores” de estos, realizando las mismas actividades que los monjes en la Edad Media respecto a la realización de los libros. Lamentablemente, con la conquista española se destruyeron, tradujeron y modificaron muchos de los códices originales (la simbología original cambió con la intervención de los frailes españoles, pero esto mismo permitió una conservación, aunque viciada, de muchos textos). Bajo las órdenes de fray Diego de Landa se quemaron casi todos los códices mayas, otro de los acervos más grandes de Mesoamérica y del cuál no queda más registro que el de su destrucción.

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En la actualidad, la Biblioteca del Congreso en Washington, D.C. (Estados Unidos) es la más grande del mundo, con 164 millones de obras que van desde libros hasta fotografías, mapas y archivos musicales. La Biblioteca Apostólica Vaticana (que se encuentra, precisamente, en el Vaticano), es considerada la más bonita del mundo por su valor artístico y, además de su acervo de libros, cuanta con una colección de piezas de arte y monedas, casi todas relacionadas a temas católicos y cristianos.

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Biblioteca del Congreso 

 

En México, también tenemos varias bibliotecas que, por su acervo o belleza, son muy importantes a nivel mundial:

 

La Biblioteca Palafoxiana, en Puebla, está considerada una de las diez bibliotecas más bellas del mundo; fue fundada en 1646 y el estudio de sus manuscritos está reservado para investigaciones avaladas que tienen que ser aprobadas por el gobierno por la fragilidad de su acervo.

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Biblioteca Palafoxiana

 

La Biblioteca Central de la UNAM, en la Ciudad de México, es Patrimonio Cultural de la Humanidad por el mural que adorna sus cuatro caras exteriores, Representación Histórica de la Cultura, realizado por Juan O’Gorman con mosaicos en 1956. Cuenta con más de un millón de obras en su acervo y es la pieza más fuerte de la red de bibliotecas de la Ciudad de México.

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Biblioteca Central de la UNAM

 

La Biblioteca Lerdo de Tejada, en el centro de la Ciudad de México, fue construida entre 1751 y 1770 para ser la iglesia de San Felipe Neri por los jesuitas antes de ser expulsados de México, por lo que nunca sirvió para culto. Es hasta 1928 que se convierte en biblioteca, donde lo que más destaca es su fachada de platería y el mura que la recubre en el interior, realizado por el artista Vlady.

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Biblioteca Lerdo de Tejada

 

La más nueva de las bibliotecas mexicanas es la Biblioteca Vasconcelos, la cual abrió por primera vez en 2006. De ella destacan la ballena gigante creada por Orozco y sus enormes ventanales que la inundan de luz durante todo el día.

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Biblioteca Vasconcelos

 

La Biblioteca Juan José Arreola, en Jalisco, es la que resguarda las Memorias del mundo, según la UNESCO, y es en sus dos edificios vanguardistas que se pueden ver obras de diversos lados del mundo. Por otro lado, desafiando la convencionalidad de las bibliotecas está la Biblioteca Conarte en Nuevo León, la cual pareciera darle la bienvenida a los lectores por su construcción que se asemeja a un sistema de cuevas, donde, en sus paredes curvas encuentran su hogar los libros de la colección.

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Biblioteca Pública Juan José Arreola

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